El Pan del peregrino

El alimento para vida eterna…


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¡Vuelve a casa por Navidad!

Este es el eslogan de una marca reconocida de turrones aquí en España. Sugiere que estés donde estés, para estas fechas volverás a tu casa y disfrutarás de ese dulce tan consumido en este país. Los publicistas no podrían haber escogido mejor frase, porque ¿quién no añora su hogar estando lejos?

La frase «vuelve a casa por Navidad» representa (sin saberlo el autor) lo que la humanidad necesita. Dice la Biblia en romanos 3:23 «Por cuanto todos pecaron y están destituidos de la gloria de Dios». Todos los seres humanos estamos lejos de la casa del Padre. Destituir a alguien es echar a alguien de su puesto. Nosotros una vez estábamos en la casa del Padre como hijos por creación (Adán y Eva), pero cuando nuestros primeros padres pecaron, trajeron la condenación a toda la raza humana y «fuimos destituidos».

En Navidad se celebra la encarnación de Dios-Hombre: Jesús. ¿Qué propósito tuvo la venida de Cristo a habitar entre nosotros? Nada más ni nada menos que volvernos a casa del Padre. «Yo soy el camino y la verdad y la vida y nadie viene al padre sino por mí» San Juan 14:6

Los destituídos y alejados del hogar pueden «volver a casa por Navidad» por el nacimiento y posterior crucifixión y ascención de Cristo. Sólo es posible volver a casa, hablar y compartir con el Padre a través del único que podía hacerlo posible. No hay religión humana, buenas intenciones, meditación o sacrificio que podamos hacer para ganar esa restitución a lo que éramos antes de la caída.

Año 2023-2024 Reflexiona cuán lejos de Dios has estado. Sólo Cristo te puede llevar de «vuelta a casa por Navidad»

Gloria


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Saber en qué grupo estás es de vida o muerte eternas.

 «Al salir de Jericó, una gran multitud siguió a Jesús. Y dos ciegos que estaban sentados junto al camino, al oír que Jesús pasaba, gritaron: «¡Señor, Hijo de David, ten misericordia de nosotros!».  La gente los reprendía para que se callaran, pero ellos gritaban más aún: «¡Señor, Hijo de David, ten misericordia de nosotros!». Y deteniéndose Jesús, los llamó y les dijo: «¿Qué quieren que Yo haga por ustedes?».  Ellos le respondieron*: «Señor, deseamos que nuestros ojos sean abiertos». Entonces Jesús, movido a compasión, tocó los ojos de ellos, y al instante recobraron la vista, y lo siguieron.» MATEO 20: 29-34

En este relato hay claramente dos grupos de personas. Dos ciegos y una multitud.

Los que estaban sentados a la orilla del camino:

  • Son ciegos
  • Están en angustia y miseria
  • Clamaron misericordia

La multitud veía, no estaban en angustia, y de seguro seguían a Jesús por:

  • Curiosidad
  • Buscando pan (interés material)
  • Por su fama como profeta
  • Por interés político (pensaban que les libraría de la tiranía romana)

Hay un contraste tan grande entre estos dos grupos que resume en pocos versículos y de manera muy gráfica el mundo actual y el evangelio.

Por un lado están los que se dicen cristianos pero sólo por costumbre, por educación pero en realidad no le conocen, nunca han leído sus Palabras, no han considerado realmente quién es Él (Santo, Dios mismo) y por consiguiente, no se dan cuenta de su condición (pecadores, miserables, necesitados). Esta es la multitud. Son los que vemos en nuestras aulas, trabajos, medios de transporte e incluso dentro de muchas Iglesias.

Por otro lado están dos personas que reconocen su situación desesperada y a la vez saben a quién acudir para que les salve, por eso no tienen vergüenza de clamar por misericordia.

La actitud de la multitud: ¡hacerles callar!, no perturbar la tranquilidad de la comitiva, que no se vea ningún exabrupto que «incomode», a una religión que sólo es externa, (hipocresía), «Este pueblo de labios me honra; Mas su corazón está lejos de mí.» Mateo 15:8

La actitud de los ciegos: ¡Clamar más alto, porque en ello les iba lo más importante para sus vidas! y por esta actitud, Jesús se detuvo, los llamó, habló con ellos, les conoció. «El que encubre sus pecados no prosperará; Mas el que los confiesa y se aparta alcanzará misericordia.» Proverbios 28:13

Y aunque dice el texto que gran multitud seguía a Jesús, estos dos ciegos, fueron los únicos que le siguieron de verdad, los que se transformaron en sus discípulos. «Jesús les habló otra vez, diciendo: «Yo soy la Luz del mundo; el que Me sigue no andará en tinieblas, sino que tendrá la Luz de la vida.» Juan 8:12

¿En qué grupo estás tu?, tendemos a identificarnos con los ciegos, pero muchas veces lloramos nuestras miserias como víctimas y no con el sentido de haber ofendido a Dios. Tendemos a engañarnos muy fácilmente, pero medita si no estás ocupado en tus asuntos, siguiendo a lo que hace la mayoría, con buena opinión y «moralmente» sano. Recuerda que la multitud era así. Y la Palabra de Dios dice: Por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios(Romanos 3:23) El pecado nos separa de Dios y a menos que tengamos un encuentro personal con Jesús al pie de la Cruz, donde Él murió para satisfacer la justicia de Dios, no podremos «seguirle». «Porque la paga del pecado es muerte, mas la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro.» Romanos 6:23

Gloria


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¿Tienes miedo a la muerte?

Es normal que todo ser humano tenga cierto «respeto» a la muerte, porque sabemos que es un evento que va a ocurrir con seguridad, aunque no queremos ser muy conscientes de ello. Somos seres mortales, pero esto no siempre fue así.

Dios creó al hombre con el fin de que le diera la gloria y disfrutara de la comunión Divina, «puso eternidad en su corazón» (Eclesiastés 3:11) Pero el hombre, influenciado por Satanás, cambió la gloria de Dios por la de las cosas creadas, eligió adorar a la criatura antes que al Creador ( la criatura objeto de culto frecuentemente somos nosotros mismos) Este fue el origen último del pecado del hombre, y junto con el pecado, entró la muerte. «Por tanto, como el pecado entró en el mundo por un hombre, y por el pecado la muerte, así la muerte pasó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron.» (Romanos 5:12)

Con la entrada de la muerte en la escena, el hombre envejece, y ve todos sus proyectos frustrados por la idea siempre presente de una caducidad para la que por creación no está preparado. Las fuerzas comienzan a faltar, el aspecto un día lozano ahora se ve surcado por arrugas, dolores aparecen, cuando no tumores malignos que amenazan con adelantar el final tan temido. Lo peor no es la decadencia sufrida aquí en la tierra, sino que con el pecado y la muerte, vino la condenación eterna, la separación para siempre de Dios.

Dios es santo, y su ley moral perfecta está expresada por los Diez mandamientos, que reflejan el carácter de Dios. Ningún ser humano caído, ninguno, puede cumplirla a la perfección, así que siempre estaríamos enemistados. «Por cuanto todos pecaron , están destituidos de la gloria de Dios» (Romanos 3:23)

¡Hasta aquí sería un artículo tristísimo! ¿Eso es todo?, ¿nacemos para envejecer y morir?, ¿estamos indefectiblemente destinados a la condenación eterna? gracias a Dios, ¡no!.

Jesús vino para cumplir a la perfección la vida que nosotros no hubiéramos podido vivir, cumpliendo a ley moral de Dios, dándole la gloria que nunca le dimos, y además morir en una Cruz:

«Para destruir por medio de la muerte al que tenía el imperio de la muerte, esto es, al diablo»( Hebreos 2:14)

«La paga del pecado es la muerte…. más la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús, Señor nuestro»

La muerte es sólo un paso hacia la eternidad, con la muerte no acaba todo (como algunos piensan) sino es donde comienza todo, empieza la vida de verdad, la eterna, pero depende de si aceptas la Obra de Cristo o la rechazas, el que pases toda la eternidad en el tormento o en el gozo.

Gloria


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Bendito sustituto

«Porque si en árbol verde hacen estas cosas, ¿en el seco, qué se hará?» Lucas 23:31

Entre otras interpretaciones de esta sugestiva pregunta, la siguiente está llena de enseñanza: «Si yo, el inocente substituto de los pecadores, sufro así, ¿qué se le hará al pecador mismo -el árbol seco- cuando caiga en las manos de un Dios airado?» Cuando Dios vio a Jesús en el lugar de los pecadores no lo perdonó; y cuando halle al irregenerado sin Cristo, tampoco lo perdonará.
 
¡Oh pecador! Jesús fue llevado por sus enemigos; tú también serás llevado por los demonios al lugar señalado para ti. Jesús fue abandonado por Dios; y si él, que sólo era pecador por imputación, fue abandonado, ¿cuánto más lo serás tú? «Eloi, Eloi, lama sabachthani?», ¡Qué grito terrible! Pero cuál será tu clamor cuando digas: ¡Dios, Dios!, ¿por qué me has dejado?, y se te responda: «Por cuanto desechasteis todo consejo mío, y mi reprensión no quisisteis: También yo me reiré en vuestra calamidad, y me burlaré cuando os viniere lo que teméis». Si Dios no perdonó a su Hijo, ¡cuánto menos te perdonará a ti!
 
¡Qué látigos de ardientes cuerdas serán los tuyos cuando la conciencia te herirá con todos sus terrores! Vosotros, los más ricos, los más felices y los más justos pecadores, ¿quién querrá estar en vuestro lugar cuando Dios diga: «¡Despiértate espada, contra el hombre que me rechazó; hiérelo, y que por siempre sienta el dolor? Jesús fue escupido; pecador, ¿cuál será tu afrenta? No podemos resumir en una palabra toda la multitud de aflicciones que se reunió en la cabeza de Jesús, que murió por nosotros; por lo tanto, nos es imposible decir qué ríos, qué océanos de dolor rodarán sobre tu espíritu si mueres en la condición en que te hallas ahora. Es posible que mueras así y ahora. Por las agonías de Cristo, por sus heridas y por su sangre, no traigas sobre ti la ira que se avecina. Confía en el Hijo de Dios y nunca morirás.

C.H. Spurgeon